martes, 1 de mayo de 2012

EL CORAZÓN



Cuando   queremos   representar  el  AMOR   lo  hacemos  a   través de   un  CORAZON ,  casi  siempre  rojos,  he  visto  corazones   tallados  en  los  arboles,  pintados  en  las  paredes  de las  escuelas,   tatuados   en  la  piel  de   jóvenes  y adultos,  corazones  entrelazados,  algunos  atravesados  por   espadas,  flechas  de   Cupido,  algunos   hasta  sangrando.
Hace   unos  días   leí  un  hermoso  articulo  sobre   el  corazón  y  el  amor  verdadero,  es  de  la  autoría  de  mi  gran  amigo,   escritor y  periodista   ecuatoriano,  el   Sr Víctor  Manuel  Guzmán   y  me  da  mucho  gusto   compartirlo  con  ustedes.

En un blog que siempre frecuento encontré esta cita de Cecilia Ahern, autora de la obra Si pudiera verme, que dice: “Cuando se cae un vaso o un plato al suelo se oye un estrépito. Cuando una ventana se hace añicos, una pata de mesa se quiebra se oye un chasquido. Pero en lo que al corazón atañe, cuando éste se rompe, lo hace en el más absoluto silencio. Dirías que siendo algo tan importante, debería hacer el ruido más fuerte o, incluso emitir algún sonido ceremonioso parecido a la vibrante resonancia del tañido de una campana. Pero guarda silencio y casi desea que no haga un ruido que distraiga del dolor...”Tomando en cuenta dicha afirmación puedo decir que somos responsable de la creación de ese dolor, en cierto sentido participamos como autores de este sufrimiento que crece dentro de nosotros, igualmente poseemos la llave para participar en la curación, sanándonos, lo que significa sanar al mismo tiempo nuestro ser emocional, psíquico, físico y espiritual. Se dice que el corazón es el motor donde se busca la defensa de nuestros valores, el de ser libres con una libertad que debe ser moral, respetando a los demás. Como amantes reales debemos estar contra de dominar la voluntad del otro, en un enfrentamiento estéril entre opresores y oprimidos. Más bien de lo que se trata es del derecho de libertad o de la opresión del amor dentro del corazón.

El amor puro, cura las enfermedades del corazón que le destruye. Uno de esos elementos que enferma al corazón es el odio que hay que rechazarlo porque hemos sido creados para amar a uno y a los demás. Más bien hay que buscar el bien del prójimo para ser felices y libres de dolor y angustia. En cambio, quien odia no perjudica al otro sino a su propio corazón. Igualmente el materialismo consumista ha sido un elemento opresor y devastador de nuestra felicidad, ya que con esta manera de pensar y de sentir sólo tiene en cuenta los bienes materiales, y a ellos limita la capacidad de amar dentro de su corazón. En algunos casos sólo se desea dinero para sí a costa de los demás, ese egoísmo sólo se ama a sí mismo. Se ama equivocadamente, porque estropea y empequeñece su corazón que ha sido creado para amar a muchos. Los que detentan el poder económico pretenden del ser humano convertirlo en borrego, cuya alma pueda suprimirse para que viva contento en el rebaño de la competencia y la angustia. Este es el egoísmo, que es lo contrario del verdadero amor, ya que busca su propio interés.

EL VERDUGO DEL CORAZON

Cuando el ego domina nuestra vida, vituperamos pequeñas faltas en los demás y excusamos grandes errores en nosotros mismos; vemos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el nuestro. Somos injustos con los demás y negamos que haya falta en nuestra actitud; otros hacen lo mismo con nosotros y decimos que debieran conocer mejor las cosas. Odiamos a otros seres y a ese odio lo calificamos de “celo”; halagamos a otras personas teniendo en cuenta lo que pueden hacer en nuestro favor, y a esto lo llamamos “amor”; les mentimos, y esas mentiras las justificamos denominándolas “tacto”. Somos remisos para defender en público los derechos de los demás, y a eso lo calificamos como “prudencia”; procediendo en forma egoísta hacemos a un lado a otros seres, y esa actitud es ante nuestros ojos “procurar nuestros justos derechos”; somos severos críticos de los demás y decimos que “enfrentamos valientemente los hechos”; nos rehusamos a abandonar nuestra vida torcidas, y a cualquiera que así procede lo tildamos de “escapista”. Nos cuidamos excesivamente y decimos “cuidar la salud”; juntamos más riquezas de las que son necesarias para nuestra situación en la vida y decimos procurar la “seguridad”; nos causa disgusto la riquezas de los demás y nos vanagloriamos de ser “defensores de los sumergidos”; negamos inviolables principios de justicias, nos aseguramos con toda firmeza en el aire y decimos ser “liberales”. Empezamos nuestras frases con el pronombre “Yo”, y condenamos a otras personas como inaguantables, porque desean hablar acerca de sí mismas, siendo así que nosotros deseamos hablar acerca de nosotros.

Muy ligados al ego son: El orgullo: Que añade insensibilidad y desprecio a los demás, con dificultad para corregirse. La tibieza: Situación de quien desea amar sin esfuerzos, anteponiendo su comodidad al bien de los otros. No odia, pero tampoco ama; es un eunuco del amor, así que si no tiene necesidad de cambiar, entonces es muy válido optar por la soledad.. La lujuria: Cuando el sexo se entiende como entrega mutua el corazón se engrandece. En cambio, cuando el sexo se usa buscando el deseo sexual desordenado e incontrolable, el egoísmo aumenta y estropea el corazón. El descontrol afectivo: Dejarse llevar por las apetencias afectivas es otro modo de egoísmo. El materialismo: Es egoísmo que nos lleva a actuar a su propia conveniencia, y se vuelve prisionero de una ambición desmedida e incoherente, porque viene destruyendo el equilibrio, creando incontables problemas de infelicidad para sí y sus semejantes. Este egoísmo acumulativo trae como consecuencias el desacato a las Leyes Naturales pueden ser verificadas en todo los campos de la actividad humana y está situación ya llegó a su límite. Si se continúa así acabará por destruirse a sí mismo y al planeta. Ay que propender ha tener el corazón sano porque es afectuoso, y sabe cuándo, con quién y cómo manifestarse. La persona de corazón noble no busca el gusto personal, sino el servicio, el bien y la felicidad de los demás. Los placeres excesivos y la abundancia de comodidades alimentan el egoísmo y frenan la capacidad de sacrificarse por amor.

ACCIONES QUE MEJORAN EL CORAZÓN

 Para mejorar el estado emocional del corazón hay un ejercicio muy fácil. Amarse a uno mismo y a los demás. El corazón mejora en la medida en que ama el bien. Se engrandece más cuanto mayor sea el bien amado y a más personas se lo desee. Quien más ama posee un corazón más noble. Para que el amor crezca se suele recomendar la calma ya que provee descanso a la mente del agobio y las preocupaciones diarias y de esa manera se erradica las perturbaciones mentales, que son las causas de todos nuestros problemas y sufrimiento. De este modo llegaremos a disfrutar de la paz interna permanente, conocida como la liberación para luego irradiar a los demás.

Igualmente es indispensable para sentir el éxtasis de felicidad practicar la piedad ya que nos aproxima rápidamente a pensar y sentir con el corazón, a tener el trato confiado y filial para hacer el bien sin mirar a quien. Igualmente potencializar el amor propio para luego ejercitar el amor a los demás. Por ejemplo, una vida demasiada cómoda y llena de lujos es perjudicial a uno mismo, porque nuestra conciencia puede sentirse incomoda, sabiendo que hay gente que solo tiene el trozo de cartón para cubrirse del frio de la noche. El verdadero amor propio busca la práctica diaria de las valores mediante la adquisición de hábitos buenos que nos produce un gran beneficio personal, aunque cueste realizarlos. La Templanza tiene que ver con el control de nuestras emociones y de nuestras pasiones, aquéllas que son generadas por nuestras sensaciones físicas y espirituales. La fortaleza aquella basada en la razón. Es la razón la que nos da la fortaleza para enfrentar a nuestros ídolos, a nuestras pasiones, a nuestras debilidades y sacar de nuestras flaquezas la fuerza de libertad para nuestra alma; es la verdadera sabiduría y no el conocimiento aparente, la que nos abre el camino hacia la luz. Es la fuerza que nos ayuda a edificar todos los días nuestro templo interno utilizando los más nobles materiales para edificar una conciencia llena de fortalezas en busca de ser libres.

Otros valores que debemos buscar es La Templanza que tiene que ver con el control de nuestras emociones y de nuestras pasiones, generadas por nuestras sensaciones físicas y espirituales. Las sensaciones son aquellas situaciones donde nuestra alma si bien se llena de regocijo, éste es falso y mentiroso, ya que son placeres aparentes. Como cuando nos sentimos orgullosos por el logro de nuestros hijos y escondemos detrás de dicha sensación la autoalabanza a nuestro ego, ya que si nuestros hijos han alcanzado algún triunfo es por su propio esfuerzo, en donde nuestra ayuda solo es un granito de arena que es bañado por el mar de la realización de nuestros descendientes. La justicia es el actuar justo se manifiesta en una conducta recta, construyendo la armonía en sus relaciones interpersonales, trascendiendo a los demás aquélla paz interior que poseen gracias a las otras virtudes. Somos luz que debemos iluminar al mundo, que durante mucho tiempo sigue en tinieblas. «No juzgues ligeramente las acciones de los hombres; no reproches ni menos alabes; antes procura sondear bien los corazones para apreciar sus obras.
Por tanto debemos cultivar todos los días con actitudes nuevas valores que sean firmes, estables, perfectos y simples para nuestro entendimiento y voluntad y que siempre regulan nuestros actos, ordenen nuestras pasiones y guíen nuestra conducta según la razón y buen entendimiento. Proporcionándonos facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente elevada y así cultivaremos el bien para cosechar los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos que nos harán felices. ¿Estás dispuesto a descubrir lo que el corazón guarda para ti? tiene gratas sorpresas si te atreves a descubrirlas.

1 comentario:

  1. mi amiga yo lo vi en su pagina de facebook y me reencanto bello hermoso

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